Jardines Verticales en Canarias


Jardines Verticales en Canarias.

¿Sabéis cuando vais a coger algo y se os cae, y al ir a recogerlo se os vuelve a caer y está así varias veces hasta que los nervios se os vuelven locos? Pues eso me acaba de pasar a mí con las reseñas que tenía apuntadas en un papel para empezar este artículo, sé que es irrelevante y que no os concierne … pero comprenderéis que no he podido evitar escribirlo (al menos sirve de desahogo a la inoperancia…)

            Bueno, el tema que quería tratar está de moda últimamente, aunque bien cabe decir que más por las posibilidades arquitectónicas que los materiales y métodos de trabajo de última generación nos ofrecen que por la concienciación de los habitantes de las distintas ciudades. Tal vez esta diferencia no tenga importancia si nos parece que el fin justifica los medios, pero yo sigo considerando que la terapia sólo funciona plenamente si creemos en ella y no si nos la disfrazan de colores vistosos. Hecha esta reflexión os diré que a mí me parecen fascinantes los llamados jardines verticales y sus extensas e infinitas posibilidades.

            El precursor o inspirador de esta increíble oferta es el botánico Francés Patrick Blanc (que patentó el invento en 1988). Desde el primer momento atrajo la atención de decoradores, proyectistas, administraciones y propietarios de toda índole y han surgido después de él muchísimas aportaciones de empresas y particulares. Existen ya muchos edificios como el recién inaugurado Hotel Mercure en Madrid en la plaza de Santo Domingo (dicen que es el más grande del Mundo). En Canarias los helvéticos Herzog & De Meuron colaboraron  con el propio botánico francés en la transformación de la Plaza de España en Santa Cruz de Tenerife donde se ubica un Jardín Vertical.

            La idea consiste básicamente en realizar un jardín en proyección vertical en paredes interiores, fachadas de edificios o en elementos urbanísticos varios provocando la introducción de la naturaleza en lugares donde tenía vetada la entrada. Así pues podemos tener un mural verde en nuestro salón con todas las ventajas que ello ofrece: regulación de las temperaturas al alza y a la baja, renovación del aire, belleza estética natural… o podemos tener una cascada de plantas en nuestro edificio dotando a este de una singular belleza que dependerá de la flora que introduzcamos, además de varias ventajas como el ahorro energético que conlleva el forrarnos con este pabellón natural.

            Existen dos tipos de jardines verticales: el pasivo y el activo. El jardín vertical pasivo es aquel que interactúa de forma natural y su colocación se hace sin que presuponga ninguna modificación de las instalaciones del edificio (más allá de las estructurales lógicamente). El jardín vertical activo colabora en los procesos de depuración del aire actuando mediante el proceso de bio-filtración (la bio-filtración consiste en absorber mediante un filtro biológico las sustancias contaminantes que entran a él en forma de masa gaseosa, metabolizándolas en compuestos inodoros y menos contaminantes).

            Hecho este esbozo principal iremos ahora al meollo de la cuestión: ¿Cómo se introducen jardines verticales en Canarias? Y sobre todo: ¿Tiene sentido plantearselos aquí?
            Evidentemente no seré yo, defensor como soy de la naturaleza en todos sus aspectos (o casi todos) el que inicie una guerra contra esta singular adaptación del paisaje Urbano, pero todo debemos analizarlo desde un punto de vista práctico y no dejarnos llevar por ideas preconcebidas. Analicemos pues nuestra singular geografía isleña.

            Está claro que la masa forestal de las islas canarias ha ido en detrimento debido a la acción destructiva del hombre, primero desarbolando los montes para realizar plantaciones vegetales con fines económicos y luego con el propio desarrollo del turismo que aparte de bonificaciones económicas también ha traído la utilización de mucho terreno (apto para cultivo) para la construcción de edificaciones turísticas y, lo que es peor, el abandono de las tierras por los agricultores de antaño para dedicarse a la construcción (fenómeno masivo en los 70 que se ha repetido en las siguientes décadas sin tener  retroceso). Es por tanto Canarias una región que necesita rápida y urgentemente la reforestación de sus zonas, la utilización de recursos naturales  para que estos puedan guiarnos hacia una mayor contribución a las especies animales y vegetales que sobreviven con muchas dificultades donde antes tenían su hábitat. Pero este no es el tema principal.

            Como contribución al medio natural y a su mantenimiento está claro que la proliferación de “jardines verticales” en los territorios urbanos serían una gran aportación… ¿O no está tan claro? Pues desde mi punto de vista no lo está. ¿Será más efectivo el uso generalizado de estas instalaciones o la erradicación de otras más nocivas? Pongamos por ejemplo una gran ciudad del archipiélago como pudiera ser Las Palmas de Gran Canaria o Santa Cruz de Tenerife. En cualquiera de estas ciudades el mayor contaminador pasa por ser el uso de los vehículos de combustión que inundan el aire con CO2 y eso que hablamos de ciudades costeras donde la continua presencia del mar sirve como regulador del ambiente generando aire limpio a parte de rebajar las temperaturas.

            Por otro lado he escuchado mucho la idea de utilizar como flora a especies vegetales propias de la zona o entorno geográfico donde se ubiquen los susodichos jardines… ¿Qué especies son típicas de las ciudades? Porque con independencia de la ubicación en el mapa la creación de las ciudades vienen a generar “microclimas” en muchas de ellas que, por lejos que estén unas de otras, las iguales en ambientes.


            Evidentemente el uso del jardín vertical traerá mejoras beneficiosas para nuestro edificio pero también traerá un aspecto mecánico al que, por desgracia, no estamos acostumbrados: el mantenimiento. Y digo esto porque al ya de por sí denostado mantenimiento de los edificios adjuntaremos el mantenimiento de la flora que vamos a introducir. Si existiera en Canarias (o cuando exista, no perdamos la esperanza) una cultura férrea del mantenimiento y nuestros ojos y manos se acostumbraran a ello podremos suponer que éste no será un aspecto en contra, mientras esto no pase tendremos que remarcarlo. Al realizar un jardín vertical en un edificio el mantenimiento, por exiguo que éste sea, deberá ser de obligado cumplimiento ya no sólo en las máquinas de bombeo y elevación del agua hasta los lugares de ubicación de las plantas, sino también la instalación de regado (comprobación y sustitución en su caso), elementos constructivos en contacto (posible degradación de sus capacidades o destrucción de los mismos por acción de las raíces o de posibles insectos que acudan al nuevo hábitat), instalaciones de depuración para el uso de las aguas sucias del edificio en la alimentación de la flora y, como es evidente, el mantenimiento de los diferentes tipos de plantas allí puestas ya que todas tendrán su ciclo de vida y deberán ser sustituidas, podadas, cuidadas, etc. Y para ello deberemos contratar o habilitar formación de uno o varios profesionales capaces y competentes en las materias descritas.

            Todo esto define al futuro usuario de este modelo de edificio: Las Administraciones Públicas como primer adquiriente debido que en sus edificios deberá existir personal cualificado para diferentes tareas y no será un problema la introducción de un nuevo profesional o la adaptación de alguno de los existentes, en muchos edificios Públicos, de hecho, ya existe la figura del jardinero y podremos aprovecharla. Otra tipología de edificios en la que el personal es constante y donde este modelo encajaría a la perfección son los Hoteles, el nivel de ahorro energético que se puede alcanzar en este tipo de edificios es incluso mayor que en los administrativos o residenciales y las posibilidades de atracción de usuarios sin duda harán atractivo la implantación de este sistema. Si bien un entorno donde sus beneficios serán dudosos es en edificios residenciales donde el mantenimiento dependerá de la mentalización de los propietarios o de su posición económica (variable a todas luces), con el agravante de que una falta de vigilancia en este tipo de edificios puede suponer un desastroso balance. En edificios de oficinas nos pasa otro tanto, su uso requiere personal constante, pero la posibilidad del cambio constante de propietarios puede mermar la atención que requiere este sistema natural de vegetación Urbana.

            En cuanto al rendimiento energético ya están aprobados los modelos a seguir sobre los mínimos a cumplir: aspectos de regulación de las temperaturas mediante el estudio de la envolvente del edificio, aspectos de protección térmica y acústica. De hecho, muchos de ellos son de obligado cumplimiento y por lo tanto, si construimos con criterio y en base a las leyes españolas estaremos garantizando el rendimiento óptico energético sin tener que buscar alternativas que encarecerán el presupuesto final, y que, en muchos casos, no encontrarán respuesta en los usuarios como últimos responsables de la edificación.

            Debemos pues centrar nuestros esfuerzos como ciudadanos en exigir a las administraciones el uso ordenado y metódico de estas instalaciones o empujarlas a adoptar medidas de mayor calado: reforestación de nuestros campos y montes, adaptación de parques y mejora de los mismos. Incluso bonificaciones o incentivos para iniciativas que permitan más y mejor flora dentro y fuera de las ciudades. También deberemos premiar o agradecer a los proyectistas que introduzcan elementos naturales en los diferentes planteamientos Urbanísticos o Residenciales que propongan, ya no los consabidos legalmente, sino aportaciones originales, productivas y naturales.

            Para terminar yo exhortaría a las personas de están leyendo esto a que, como primer paso, adquirieran una planta para ponerla en su despacho o vivienda y compaginaran su actividad diaria con el cultivo y atención que merecen, no sólo mejoran el medio ambiente donde nos movemos habitualmente sino que además aportan a nuestra vida elevadas dosis de optimismo, visión y madurez mental. Y para los que ya la tengan que adquieran más… ¡Nunca serán suficientes!

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