España posee numerosas construcciones modernas que representan a sus
ciudades, éstas sirven como un elegante atractivo turístico.
El profesor hizo un “X” en
la pizarra y preguntó: “¿Alguien sabe decirme que es esto?”,
los niños gritaron casi al unísono que era una equis. “Que listos son mis alumnos” pensó irónico el maestro (estaba claro
que no tenía una gran vocación), pero, mientras se dirigía de nuevo a la pizarra, a seguir con su tarea, una aguda voz dijo en sus espaldas: “También
puede ser un emblema”. Intrigado por cuál de los alumnos podría haber
dicho eso, se volteó, y, mentiría si no dijera que se sorprendió al ver que la
voz era de Abelardo, el niño más
silencioso de la clase.
Aun así, el profesional de la enseñanza quiso marcar su territorio, y, para que el infante se reprimiera de
hacer más comentarios, le espetó: “¿Y cuál es la función de los emblemas,
Abelardo?”. El niño se quedó unos segundos en silencio y, cuando
parecía que no iba a ser capaz de articular palabra, comenzó su discurso: “La función de los emblemas es muy variada y
prolija (hubo un murmullo cuando dijo esta palabra), como no ha concretado mucho, le hablaré de la que más me gusta, la de insignia de una ciudad o población.
Como sabrá, una ciudad o población nace de un conjunto
de edificaciones que comparten unas infraestructuras más o menos definidas.
Históricamente, al estar distanciadas social y culturalmente, cada una tenía
una identidad que las diferenciaba, hoy día, ya no es tan fácil distinguir a
las urbes, sin embargo, en España
existen numerosas construcciones modernas que, al verlas, hasta usted sabrá en
que ciudades se hayan.
La primera de la
que voy a hablar se ubica en Bilbao,
se trata del impresionante edificio de Frank
Gehry, el Guggenheim, una construcción que no estuvo exenta de polémicas antes y después
de su realización, pero que, a día de hoy, es un reclamo turístico y cultural
sin precedentes. Imagínese que se marcha a Turquía
con una camiseta de la galopante e implasmable silueta del museo, allí,
encontraría numerosas personas que le dirían exactamente donde está, y, además,
muchas otras le preguntarían con interés por ella. Este edificio es,
claramente, un emblema de Bilbao.
La segunda está en
el otro extremo del país, en Tenerife,
donde se dieron cuenta de la singular proyección turística que tendría para su territorio
un edificio emblemático. Por supuesto, contrataron al arquitecto español de
mayor influencia, y no se equivocaron, el Auditorio Adán Martín ha estado desde entonces en el ojo
mediático y cultural de las islas más afortunadas. Hay que rendirse ante esta
ola de hormigón armado cuya silueta
reconocen innumerables ciudadanos de la lejana Holanda.
Como dicen por
ahí: Del Norte al Sur paramos en el Centro, así, ahora le hablaré del moderno
emblema de la capital española, un emblema compuesto por (nada más y nada menos
que) cuatro torres de similares alturas. Madrid
es reconocible en Dubái si llevas
una camiseta con los edificios de Norman
Foster (Torre Cepsa), César Pelli (Torre de Cristal), Carlos Rubio Carvajal y
Enrique Álvarez-Sala Walther (Torre PWC) y la de Ieoh Ming Pei y Henry N. Cobb (Torre Espacio).
Ni que decir tiene
que una de las capitales más visitadas de España
es Sevilla, su potencial en reclamos
turísticos es tan potente que, en muchos países, cuando hablan del nuestro, piensan
en la cultura andaluza. Una de las construcciones modernas que están empujando,
aún más, este reclamo internacional es el Metropol
Parasol diseñado por Jürgen Mayer, más conocido como las Setas de Sevilla. Vaya, vaya, ilustre profesor, ahora mismo a Argentina con una camiseta de las Setas y se asombrará de cuantas
personas la reconocen.
En quinto lugar,
aunque no menos importante (recordemos que el orden es aleatorio), voy a
exponer un conjunto de construcciones que ha cambiado una región: se trata de la Ciudad de las Artes y las Ciencias de Valencia. De nuevo, el simpar Santiago
Calatrava ha realizado un gran trabajo, no sólo estético, también
arquitectónico. Si un valenciano se pasea por Canadá con el emblema de este complejo cultural y científico, verá
la envidia que provoca por poder disfrutar de este majestuoso reclamo.
Y si caminamos un
poco al norte, descubriremos que la todopoderosa Barcelona tiene, por supuesto, otro emblema moderno para presumir
alrededor del Orbe, hablamos de la Torre
Agbar, el primer edificio en hacerle sombra (estética) a la Sagrada Familia (el edificio de Gaudí). De hecho, el arquitecto Jean Nouvel, afirmó que se había basado en ésta para darle la forma definitiva al
edificio (no se pierda, maestro de maestros, las vistas de la Catedral desde la
cúpula de la Torre). En Japón son
conscientes de la belleza de esta construcción… ¡y de su ubicación!
No podemos dejar
de hablar de un conjunto de construcciones que, aún sin terminar, representan
la vanguardia de la arquitectura en Galicia,
la Ciudad de la
Cultura pretende ser un faro que alumbre todo el Atlántico. Hay quién dice que es muy pretenciosa, muchos nos
preguntamos que hubieran dicho si se hubiera culminado su construcción. En fin,
Peter Eisenman, el diseñador de la obra, planteó un
total de seis edificios relacionados con la cultura, todos inmersos en una
simulación del monte Gaiás. A Santiago de Compostela la conocen muy
bien en Mumbai, y apostaría a que a
su Ciudad de la Cultura, también.
Y terminaré mi
disertación de hoy, ilustre mentor, expresándole (como puedo) la admiración que
sienten en Moscú por la obra
emblemática moderna más popular de Benidorm,
porque, pese a que se encuentre inmersa en problemas de liquidez, tanto los
moscovitas como yo, confiamos en que finalice la construcción de la Torre Intempo, diseñada por el estudio
de arquitectura Perez Guerras, una estructura fabulosa en la que seríamos felices residiendo, una
apuesta por la audacia que no ha tenido buen fin… por ahora.”
Cuando Abelardo terminó de
hablar, la tensión era palpable en la clase, muchos niños se miraban extrañados
por los conocimientos de su compañero, otros, no tanto, y, a algunos, hasta les
daba igual. Pero el profesor estaba rubicundo y desfigurado, no sabía cómo
reaccionar ante aquella rebeldía estudiantil. Fue entonces cuando recordó sus
clases de meditación y, haciendo los debidos ejercicios mentales, comenzó a
relajarse. Después de un rato dijo: “Muy bien Abelardo, gracias por tus
comentarios, ahora, alumnos, seguiremos con la clase”, y se dio la
vuelta para escribir una “Y” en la
pizarra.
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