Zaha Hadid revolucionó el mundo de la arquitectura y lo hizo con materiales
de actualidad, medios informáticos y una elegancia implacable.
“Gracias, Zaha”, pensó Ebrahim, al bajarse del autocar, el
primero, como no podía ser de otra forma. Detrás de él unas 36 personas más,
dispuestas a cumplir la meta que el famoso artista se había prometido meses
atrás, en su querida Australia, tan
lejos de donde se encontraba ahora: la capital de Azerbaiyán, Bakú. La exposición que había realizado sobre la
extinta arquitecta había sido todo un éxito, y, después de clausurarla, se le
ocurrió hacer un viaje a una de sus obras más icónicas: El Heydar Asiyev Center.
“Gracias, Zaha”, pensó Rebecca, su amiga italiana, que, al saber del
viaje, se había apuntado y, no conforme con ello, se le ocurrió que fuera una
excursión con más personas, para, juntas, rendir un homenaje a la mujer que
cambió nuestra forma de edificar. Por supuesto que conocía el Heydar Asiyev, un complejo de 57.000 metros cuadrados construidos
sobre una superficie ascendente de 101.801 metros cuadrados de solar, como
en estos casos, el diseño había ganado un concurso internacional, entre otras
cosas, por aprovechar el desnivel natural introduciéndolo como una parte del
proyecto.
“Gracias Zaha”, pensó Marcos, conocido de Rebecca, experto en Retail Inmobiliario de Lujo, que había
hecho suya la idea, organizando el viaje y abriendo el abanico aún más: a toda
persona que quisiera acompañarles, independientemente de su procedencia o lugar
de residencia. La construcción impresionaba aún más de lo que esperaba, su
cambiante silueta tenía fama de ser la más sinuosa del planeta, debajo de la
cual se esconden tres volúmenes diferentes: un Museo, una Biblioteca y un Auditorio con 967 asientos.
“Gracias Zaha”, pensó Céline, abogada canadiense, cuyo despacho se adornaba con varias
láminas de diseños de la artista. Ella se bajó de un segundo autobús, con otras
36 personas detrás, la convocatoria había excedido lo previsible y se habían
apuntado un nutrido grupo de fans de la arquitecta. El arquitecto Saffet
Kaya Bekiroglu, había sido el enlace local en la construcción del edificio,
una práctica habitual de los grandes bufetes de arquitectura es buscar otros en
el lugar de la construcción, ya sea por logística o imperativo legal.
“Gracias Zaha”, pensó Dounia, política de origen marroquí, afincada en España, que bajó del mismo automóvil
con el corazón henchido de orgullo por lo que una mujer fue capaz de crear… en
un mundo masculino. Había leído que la construcción comenzó en 2.007 y la
inauguración (todo un evento) se hizo el 10 de mayo del año 2.012. La cúspide
del complejo alcanza los 74 metros, en la Biblioteca, donde los pliegues ondulantes de la fachada terminan, “es como una sábana blanca que esconde un
secreto bajo sus telas”, salvo que esta sábana parecía surgir de la propia
tierra.
“Gracias Zaha”, pensaron Nozomi y Aníbal, llegados desde Japón,
durante el viaje habían recabado bastante información, como que la empresa
constructora, Dia Holding, utilizó 121.000 metros cúbicos de
hormigón, 194.000 metros cuadrados de encofrado, 5.500 toneladas de acero estructural,
además de 11.902 piezas de PRFV
(plástico reforzado con fibra de vidrio) y 3.149 piezas de GRC (hormigón reforzado con fibra de vidrio) para cubrir los 40.000
metros cuadrados de la cubierta, lo
mejor: los paneles eran todos únicos, necesitándose de la informática para la
ubicación física de cada uno en la envolvente.
“Gracias Zaha”, pensó Aleksandr, empresario ruso con intereses en el mar Caspio, aunque no era la primera vez que visitaba el Centro Cultural de Bakú, sí que estaba
muy emocionado por hacerlo con tantos desconocidos de otras partes del Orbe, él
fue el primero en bajar del tercer autobús. Estaba familiarizado con la fibra de vidrio, material formado por
diferentes hilos de sílice o vidrio con distintas formulaciones, el entrelazado
de estas fibras forman una malla que interactúa con otros materiales (como el
plástico o el hormigón) aportando sus propiedades: excelente aislamiento térmico, buen comportamiento a tracción y una
elevada dureza y durabilidad.
“Gracias Zaha”, pensaron los miembros de la familia Riquelme, de Chile, distribuidos entre los autobuses cuarto, quinto, séptimo y
décimo, con acierto, pensaron en separarse para conocer a mucha más gente. Durante
el viaje habían sido los encargados de explicar en sus vehículos que la empresa
de ingeniería AKT (Tuncel Engineers), había calculado
la estructura mixta, de hormigón armado
(por una parte), consistente en losas de cimentación en varios niveles y un
entramado reticular albergando el edificio, y de cerchas de acero (por la otra) que cubren hasta 150 metros de largo
y 70 de alto, encargadas no sólo de proteger el complejo de las inclemencias
meteorológicas, sino, también, de sostener los numerosos paneles que dan forma
a las paredes interiores.
“Gracias Zaha”, pensó Niara, oriunda de Ghana,
una enfermera que había dado todo lo que tenía y más por su tierra natal y que
se había tomado un respiro convencida por sus amistades francesas, no se arrepentía,
era una experiencia fortalecedora. La joven disfrutó mucho de la Plaza de la Cultura, el parque que
conecta con el edificio es de uso público, sus zigzagueantes paseos forman
parte de la arquitectura del lugar al igual que su lago artificial, permitiendo
una conexión entre el verde natural y el blanco de la edificación.
“Gracias Zaha”, pensó Ranjit, cuando salió de la guagua, estaba lejos de su lugar de
nacimiento: Jamaica. Era consciente
de la importancia de la iluminación (era músico) y había leído la relevancia
que tenía en el edificio, el volumen
exterior refleja la luz durante el día, realzando su silueta frente a los edificios circundantes, al
mismo tiempo que se modifica según la hora y posición. Parte de la fachada está formada por muros de cristal
semi-reflectantes, aprovechando la luz en el interior sin causar molestias,
estos vidrios tienen una posición viva, rompiendo sus juntas horizontales, no
haciéndolo con las verticales, Ranjit estaba vivamente impresionado.
“Gracias Zaha”, pensaron muchísimas más personas,
todas las que salieron de los veinticuatro autobuses que las transportaron desde
diferentes ubicaciones. Reunidas allí esperaban con ansiedad la entrada en el
complejo, hablando, retratando el momento, disfrutando del ambiente. En
secreto, ansiaban ver el interior, donde
las curvas características de los diseños de Hadid continuarían
intercomunicando los espacios, evitando la distinción entre vertical y
horizontal, “todo es lo mismo, nada es
igual”, parece decir el Centro
Cultural de Bakú, que ha cambiado la ciudad para siempre.
“Gracias Zaha”, pensó de nuevo Ebrahim, por crear un espacio tan singular, por romper las reglas y abrirnos
la mente, por hacernos partícipes a los demás de la importancia de la
Arquitectura en nuestras vidas. El popular artista estaba encantado, todo había
salido mejor de lo que pensaba, antes de entrar en el Auditorio, las casi 900
personas venidas de todas partes del Mundo (y él pensaba hacer el viaje solo…)
se hicieron varias fotos de familia, crearían un blog y subirían sus
impresiones, y forjarían un vínculo elegante e inalterable, como su
inspiradora, Zaha Hadid.
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